Rissig Licha

LA ROMANA—La propaganda, como la marihuana, altera a través de sus componentes, el estado anímico de las personas. Qué reacción provoca depende de muchas variables. Euforia. Rabia. Indiferencia. Resignación. Alucinación. Rara vez se mezcla la una con la otra. Hoy, es una excepción. Señales de humo propagandístico dan cuenta que los puertorriqueños ya no tendrán que conformarse con alucinar más si el IVA va o no ni siquiera si se escribe con B o V mientras el Gran Cacique, Alejandro García Padilla, busca más pieles y, hasta uno que otro pellejo, para pagar por los espejos que el Gran Hombre Blanco le vendió.

Fiel a su promesa de gobernar por decreto, de manera expedita y pocas horas después de su Mensaje de Estado y de la ejecución de los Seis Chorreas, García Padilla emitió su primer decreto autorizando el uso de la marihuana medicinal, un primer paso hacia el establecimiento del primer laboratorio químico dedicado a la producción de marihuana en cantidades industriales con el objetivo de ser comercializadas por GB Sciences Puerto Rico, una subsidiaria de GrowBlox Sciences (GBS) con sede en Las Vegas, Nevada que hace más de un año ha estado negociando con el gobierno del Estado Libre Asociado (ELA) su inversión en la Isla de la mano de uno de sus directivos, José Axtmayer, y la inversión de más de mil millones de dólares estadunidenses aun cuando sus informes a Wall Street muestran un balance negativo en sus libros.

En un parte de prensa que emitieron hace casi un año GBS daba cuenta de eso y mucho más. Contaba que el director ejecutivo del Drug Policy Alliance, el doctor Ethan Nadelmann al testificar en el Capitolio sobre la marihuana había indicado que: “La incidencia de las drogas en Puerto Rico y su relación con las estadísticas de delincuencia son asombrosas. Si queremos cambiar eso, tenemos que crear un movimiento en favor de la reforma de las leyes que prohíben la marihuana, y espero poderlo ver en acción cuando regrese.” Pocos meses más tarde realizaban un foro sobre la temática.

Al leer la noticia del decreto comencé a alucinar. ¡Guao! ¡Qué éxito el de García Padilla! De un solo plumazo desarticula el mercado callejero de marihuana, reduce la criminalidad, evita seguir enviando más narcotraficantes a la cárcel—así ahorrándole al Estado su manutención—logra, si es en definitiva cierto, la inversión de más de mil millones de dólares, crea mil empleos, revive la agricultura y se gana el aplauso de toda una generación de consumidores. Ese es, con el permiso de la Pava, mi Gallo.

El humo que sale de La Fortaleza, como el de la chimenea del Vaticano, parece presagiar para los propagandistas del oficialismo el fin de la crisis. Algunos, de seguro, que ya le cuentan a lo más inocentes del milagro. Papa, ya verás cómo vuelven las Vacas Gordas. Ahora en vez de Manos a la Obra, no tendremos que decir Manos Arriba, no, ahora podremos decir Manos a la Marihuana. Y, poco tiempo después, la Estrella Deslumbrante del Caribe será otro eslogan más para el olvido. A partir de las primeras bocanadas de cánnabis el cantar será otro: Puerto Rico, un Edén para Alucinar.

Puerto Rico tiene que dejarse de cuentos
Posted: 03 May 2015 10:08 AM PDT
LA ROMANA—Escribir es liberación. Mas es, al mismo tiempo, irremediablemente, un acto de apresamiento del escritor. Da un golpe, libera inquietudes, reclamos y denuncias. Da otro, se convierte en rehén del cuestionamiento de todos sus lectores. Hoy, me encuentro preso. Una amiga de larga data me aprisionó con su siempre acuciosa y mordaz manera de cuestionarlo todo. Leyó, como suele hacer, la bitácora en la que denunciaba la intentona oficialista de implantar por decreto un régimen autoritario en la isla de Puerto Rico. Vía Facebook me preguntó: ¿Cuál es la solución? Prometí responderle. Ésta es mi respuesta.

Querida Maritsu,

Me honras y me halagas con tu fiel lectura y, me requiebras con la pregunta que, si bien no me molesta, me impone una mayor responsabilidad si es que pretendo ser fiel al sabio jíbaro de tierra adentro que siempre supo que “Con la boca es un mamey”. Atento a ello, trataré de responder a vuestra inquietud una que, debe estar en la mente de muchos más borincanos.

Cuesta trabajo aceptarlo pero esa islita que tanto queremos y solíamos llamar la Isla del Encanto es un gran engaño. Puerto Rico es un país de ficción. Un pueblo que vive del cuento. Una pesadilla que todos creen es un sueño. Una sociedad que siempre ha vivido de espaldas a la realidad. Tierra fértil para que cualquier ruiseñor de canto seductor le haya hecho creer que es lo que nunca fue y, a partir de ese momento, montar el engaño más grande desde que Gregor MacGregor le hiciera creer al mundo que en Centro América existía la República de Poyais, que él era el Cacique y que era un verdadero paraíso para los inversionistas.

Puerto Rico es conocido en el mundo y reconocido en su Constitución—la misma que el gobernador Alejandro García Padilla ahora se quiere cargar porque el pueblo se niega a cargar con un IVA que no tiene con qué pagar—un Estado Libre Asociado que no es ni Estado, ni Libre, ni siquiera Asociado. No es ni chicha, ni limonada. Pero muchos, quizás por costumbre o por conveniencia, prefieren seguir creyendo y, sobre todo, viviendo del cuento.

Cuando pequeño en edad, puesto que en estatura como bien sabes nunca me destaqué, solían martillarnos por todo medio conocido, en particular los nodos—fiel copia de aquéllos que tuvieron que chuparse los españoles durante el franquismo—aquellos que nos imponían por decreto en las salas del cine más cercano antes del largometraje, las maravillas de la operación Manos a la Obra. El guión era de ensueño. La visión de un líder que encauzó a un pueblo digno para, a través de la inventiva y el sudor de su frente, se diera a la tarea de salir de la más abyecta pobreza de todo el hemisferio americano.

Todo era un cuento. El proyecto de industrialización con el que se sonsaco al campesinado de su rancho para colocarle en las petroquímicas, farmacéuticas y, antes de que surgieran las maquilas, las fábricas de bragas y sostenes que llegaban atraídas a la Isla como hoy suelen ir los fondos buitres tras la presa de bajos salarios, bajos costes, cero impuestos y grandes ganancias, fue. tras el fraude el ELA, la segunda gran mentira que el pueblo se creyó.

Los números, sin embargo, no mienten. Fomento Económico nunca logró crear más empleos que los que tenía el campo antes de la constitución del ELA. En esa época superaban 180 mil brazos agrícolas. En cambio, la industrialización apenas lograba superar en su mejor a, ni siquiera cuando nos hicieron creer que CORCO iba a crear más de 100 mil empleos con el Súper Puerto de Teodoro Moscoso, quien solía ser el galán de más de un nodo, las 150 mil plazas. El bienestar, en gran medida provenía de las crecientes transferencias de fondos federales que suplantaron el situado español cuando los ibéricos traspasaron su colonia caribeña al norteño que le venció en la Guerra Hispanoamericana.

En esos tiempos el desempleo nunca bajó de los niveles actuales pese a que los niveles actuales se han favorecido por la penosa fuga de cerebros que ya suma más puertorriqueños en la diáspora que puertorriqueños en la ínsula. Pero, Puerto Rico era gracias a la propaganda, primero la Isla del Encanto y más tarde la Estrella que deslumbraba al Caribe. Más cuentos.

Ante el fracaso disimulado de Manos a la Obra, el gobierno se dedicó a la obra de crear empleos en el sector público con dos propósitos. Primero, evitar una insurgencia popular ante el insatisfecho reclamo de un empleo particular. Y, segundo, agenciarse a través del clientelismo más votos para el régimen en el poder. Por un lado, evitaban que el pueblo se pusiera a joder y, por el otro, se agenciaban su lealtad partidista con el partido en el Poder. Así mataban dos pájaros de un solo tiro.

Con ello acrecentaron una nómina pública que, por años, superaba el 40 por ciento de todos los brazos asalariados en el país creando un gigantismo burocrático de tal magnitud que no hay contribuyente de país alguno, con o sin IVA, que lo pueda sostener. Así mantenían al Estado Libre de un estallido social y Asociado a una gran masa de fieles que a la hora de votar endosaban, sin pensarlo dos veces, la continuación de su empleo en el sector público con una sola cruz bajo la insignia del partido político en el Poder.

Mientras tanto, los nodos daban cuentan del consumismos desenfrenado de un pueblo que acudía a hacer votos de reafirmación capitalista al gran templo de Puerto Nuevo—Plaza Las Américas—en el que sin tener que rezar tres salves, cuatro Ave Marías o seis Padre Nuestros, lograban que Sears y Penney fueran canonizados en sus Consejos Directivos como las tiendas que más vendían en toda su cadena, un logro que tanto Visa como MasterCard confirmaban como un milagro similar al de Fátima. Otro cuento más.

Amiga, el problema es que ha llegado el momento de pasar cuenta. Y, con cuentos no se paga lo que se debe. Los puertorriqueños, tanto aquéllos que se creyeron el milagro de Manos a la Obra como los que se tragaron que era la Isla del Encanto y hasta los que aceptaron a regañadientes que era la Estrella Deslumbrante, hoy se dan cuenta de una desgarradora realidad. Todo era cuento. Así llegamos a donde estamos.

Ahora me preguntas cómo sigue el cuento. Te cuento. Pocos guionistas quedan que puedan enhebrar, palabra a palabra, un hilo conductor para otro cuento. Abelardo Díaz Alfaro ha muerto. René Marqués, Enrique Laguerre y José Luis Gonzáles también. Poco consuelo tenemos en la lírica. Rafael Hernández se nos fue aunque hoy, más que nunca, resuena su Jibarito.

“Qué será de Borinquén mi dios querido. Que será de mis hijos y de mi hogar. Borinquén, la tierra del edén la que al cantar el gran Gautier llamo la perla de los mares, ahora que tú te mueres con tus pesares déjame que te cante yo también”. Rafael era un visionario y nunca se creyó el cuento que la maquinaria propagandística vendía a diario.

Hoy, el pueblo puertorriqueño, el que todavía queda en la pequeña erupción volcánica que asomó en el Caribe a la que llegara un genovés para, por decreto, ésta vez Real, imponer la colonia, tiene que romper las cadenas del razonamiento deductivo que le ha impuesto el cuento, por años, de que todo era un éxito.

La hora llegó para que en vez del cuento impere el razonamiento inductivo que llega a la verdad a través de la eliminación de espejismos. Pero eso requiere una confrontación como la que escenificó y le costó la excomulgación a Galileo en su fiel defensa de la teoría copernicana de que la Tierra no era el centro del Universo. Puerto Rico no es el centro ni del Universo, ni de la Tierra. Puerto Rico es el centro del Ombliguismo.

Y, te cuento. Si los puertorriqueños insisten en cruzar sus brazos fruncir el ceño y sentirse aliviados al balbucear un melancólico, ¡Ay Bendito!, no hay plegaria de la Misa más Criolla que lo salve de su predicamento. El pueblo de Puerto Rico tiene dos opciones: seguir a la deriva, delirando con el cuento que le vendieron y, de paso lamentarse, de que no es cierto o tomar en sus manos su destino y, palabra a palabra, escribir un nuevo cuento de puño y tecla que le distancie de la realidad mágica del Macondo insular y le saque del marasmo que por siglos ha colonizado la mentalidad de todos los que hemos descendido de los taínos.

Antes de ello, es necesario dar con el descendiente de Urayoán, el cacique que, al igual que Galileo dio al traste con el geocentrismo que profesaba la Iglesia, destruyó en el Río Guaorabo, hoy Río Grande de Añasco, el cuento de que los españoles eran inmortales. Cuando el Urayoán del siglo XXI asome su cara, le quedarán pocas horas al Diego Salcedo. Mientras tanto, todo lo demás es puro cuento.

Gracias por ser tan fiel lectora de mis elucubraciones, espero que haya podido dar algún alivio a vuestra inquietud y explicarte por qué Puerto Rico tiene que dejarse de cuentos.

Recibe un afectuoso abrazo,

Rissig