Rissig Licha

MIAMI—Escribir. Componer. Pintar. Tallar. Filmar. Cocinar. Esas y múltiples otras manifestaciones constituyen la máxima afirmación individual, plasmada en obra, de la cual es capaz, a título personal, todo ser humano. Su valía es relativa. Indiscutible para su autor, de alguna importancia para algunos y de poca monta para otros. A la postre, lo que importa es su autoría razón por la cual no hay peor fechoría que el plagio—poco importa si es para deleite personal o usufructo particular. La ofensa, sin embargo, adquiere mayor grado cuando ésta se comete con sanción oficial como acaba de suceder con un sello postal—el de Maya Angelou—puesto en circulación por el Servicio Postal de los Estados Unidos de América en celebración de la poetisa norteamericana que, sin resquemor, se apropia de un verso de otra escritora.

El sello de Angelou, presentado en una ceremonia oficial presidida por la Primera Dama, Michelle Obama y la presentadora de televisión Oprah Winfrey, con la efigie de Angelou en blanco y negro bajo el título de “Por siempre” presenta una cita atribuida a la escritora que feneciera en el 2014, que lee así: “Un pájaro no canta porque tiene una respuesta, canta porque tiene una canción”. El problema es que esa cita, como bien ha planteado The Washington Post, no es de Angelou. Es de Joan Walsh Anglund una autora de libros para niños.

Cuesta trabajo entender cómo para honrar la obra literaria de esta emblemática autora el gobierno de los EE UU oficialice un plagio. Pero eso es, precisamente, lo que ha ocurrido. Y, la explicación oficial lejos de admitir un error y expresar alguna preocupación por su complicidad en un plagio tan obvio es desconcertante.

Mark Saunders, el vocero del Servicio Postal citado por The Washington Post, simplemente ofreció la siguiente explicación: en una entrevista de Angelou en un blog fechado en el 2013 ésta había usado la frase. Además, Saunders indicó que habían “numerosas otras referencias” que atribuían la frase a Angelou. Quizás se refería al esposo de Michelle y amigo de Oprah, a Barack Obama, quien en la ceremonia de entrega de las medallas por sus aportaciones a las Artes y las Humanidades de 2013 entre las que se encontraba la cantante Linda Ronstadt, citó la frase como una que era producto de la genialidad de la “gran autora que ya no está con nosotros”.

El problema es que la frase nunca estuvo con ella. No era producto de ella. Y, si una obra sin autor es como un niño que deambula por el mundo sin apellido, una obra plagiada es como un hijo de un desaparecido que trafica con un apellido que no es el suyo. Hoy el Servicio Postal trafica, con aval oficial, con el sello de Angelou aquello que es de Anglund en menosprecio de la propiedad intelectual de su verdadera autora y en celebración de lo trucho.

La usurpación oficial, producto de un acto premeditado y que bien pudo haberse evitado, en un acto que sólo puede catalogarse como un crimen de Estado crea, de paso, una bonanza para los filatélicos. Sí, porque al margen del censurable acto de piratería, el hecho de que este suceso es, en efecto, un insólito acontecimiento incrementa el valor de colección de un sello que confirma una triste realidad: de cualquier Maya sale un ratón.