RISSIG LICHA
MIAMI—Cada cual escoge, desde el oficialismo, la versión que mejor le ajusta. Unos hablan de que “era inevitable”. Otros, con resignación, expresan que “no había otra salida”. Y, hasta algún otro, llega a catalogarla como, lo mejor de dos mundos pues, después de todo, es una “medicina dulce”. Tres variaciones sobre un mismo tema: justificar el azote impositivo que por un pelo aprobara la Cámara de Representantes para darle al gobernador Alejandro García Padilla un IVA en “lay away”—mediante el pago de nueve cuotas de un IVU+—y al pueblo puertorriqueño un asalto más a su maltrecho bolsillo.

Al fin de cuentas, todas las intentonas resultan, como los ingresos del Estado Libre Asociado, insuficientes para acallar la opinión pública de un pueblo que, a la hora de la verdad, le importó un bledo a un Gobierno que poco empacho tuvo en sostener, por semanas, un diálogo de sordos con una Sociedad Civil que, casi por unanimidad, expresaba su oposición por diversos medios a una nueva andanada impositiva de un Estado que no tiene con qué pagar lo que debe y, aun así, ha insistido en sumarle a los nuevos impuestos un presupuesto para el próximo año fiscal que, aún con los recortes anunciados por García Padilla, ha de ser mayor que el anterior.

No hace falta gastar mucha tintan en un gran ensayo para describir el estado de situación de una Isla al borde de la quiebra y de un pueblo al borde de la histeria. Pocas palabras son más que suficientes. Precisamos sólo una para caracterizar la gestión del oficialismo. Desdén. Palabra que describe la actitud de un Gobernador que llega al poder por la vía de las urnas y, una vez se entroniza en su cargo, desde La Fortaleza, hace caso omiso no sólo a sus promesas—meses atrás categóricamente había indicado el fin del IVU—sino a la opinión, sentir y esperanza del electorado.

La tarea de tratar de describir la opinión pública de la Sociedad Civil es ya harina de otro costal. Una palabra resultaría, como la aprobación en el Senado de Eduardo Bhatia—que todavía tiene que pasar juicio sobre el IVA—de un impuesto más bajo que el que García Padilla logró colar en la Cámara de Representantes Jaime Perelló, insuficiente para saldar la deuda popular. Máximo cuando, en términos psíquicos ese mismo pueblo hoy se autoevalúa a la par con los bonos de Puerto Rico como chatarra. En atención a ello, el conjunto de sentimientos del pueblo boricua requiere de una descripción lingüística más expansiva, algo que sólo se puede tratar de satisfacer a través de lo que, en fin, no es más que un smörgåsbord de vocablos.

Tres palabras describen a todos aquéllos que le dieron el triunfo electoral a García Padilla: engaño, traición y desencanto. Una, frustración, describe a todos los que hicieron aportaciones alternativas a la propuesta oficialista en ánimo de que, juntos, se lograra una salida al entuerto fiscal. Otra, desamparo, es la que mejor representa, el sentir de aquéllos que no avizoraron una respuesta efectiva de parte de la oposición.

Indignación, es la bandera que cobija a todos los que, siendo la mayoría, no lograron que sus “representantes” votaran en su “representación”. Incredulidad, caracteriza a todos los que les ha costado entender cómo el secretario de Hacienda, Juan Zaragozaresponsable por la reforma, no conociera cuántos más artículos, entre éstos cientos de productos alimenticios, La Fortaleza agregó al IVA antes de la votación cameral. Desesperación, la que solventa el billete de partida de los que han elegido el exilio forzado sobre el purgatorio impositivo impuesto por García Padilla.

Y, ahora, ¿qué? Falta un trámite más antes de que la pesadilla de García Padilla se convierta en realidad. El futuro, tanto del IVU+ con el que el pueblo puertorriqueño ha de pagar a plazos el IVA objeto del lamento borincano como de Puerto Rico, está en manos de Bhatia, pues ya la oposición tiró la toalla.

El presidente del Senado tiene ante sí dos opciones. Una, la más predecible, claudicar y tratar de justificar la propuesta que ya Perelló, haciendo dotes de su doctorada taurina, tildó de “buena medicina”. La otra, más improbable, hacer acopio responsable del sentir popular y buscar otra salida que logre, al menos, ser más digerible a una opinión pública que siente en sus entrañas el desdén con que ha sido ninguneado por un liderazgo político más quebrado que la Isla del Encanto que pretende imponer su voluntad llueva, truene o relampaguee. Por consiguiente, el debate de Bhatia es si va a actuar con más sentido patriótico que partidista pues, él es el único que puede ahorrarle al pueblo la pesadilla del amargo trago impositivo de García Padilla. ¿E tu, Bhatia?