RISSIG LICHA

Posted: 04 Jan 2014 09:08 AM PST

MIAMI—Las fiestas de temporada suelen aflorar muchas reacciones encontradas sobre una misma ocasión. La celebración de algunos es la maldición de otros y la prisión de muchos. Algunos celebran sin parar. Otros lo hacen por no quedar mal. Mas no todos celebran. Unos porque no tienen que celebrar. Otros porque no saben qué celebrar. Y algunos pocos porque asumen la postura que ello es otro esnobismo social más. Ni unos ni los otros logran aceptar que si bien unos acometen toda celebración con exageración y son pocos los que lo hacen con moderación hay sobradas razones para celebrar aunque lo hagamos sin llamar la atención–algo que no satisface las expectaciones de muchos para los que una celebración es un acto público de expresión y celebrar, en silencio, es una grave aberración.

No celebro el excesivo consumismo de un rancio afán por, a través del burdo exceso, demostrar un cariño perverso que se expresa con la entrega de cualquier alhaja que, si no fuera por la subjetiva valoración de un interesado, sería solo una piedra más. Ni disfruto la involuntaria imposición de una celebración simplemente porque a otro se le ocurrió de que, atentos a la ocasión, tal imposición es, no solo normal sino de rigor. Tampoco me resulta agradable escuchar, ad nauseam, cuanta tonada fiel a la temporada, suelen tocar en bandadas sin preocuparse si, después de cierto tiempo, resultan pesadas.

Todas estas descalificaciones de seguro que han de crear en el ideario particular de algunos la sensación de que este tipo de reacción al tipo de celebración que suele acontecer en esta temporada es solo plausible en un ser infeliz, antisocial y poco gregario. Mas no es así. No, aunque muchos no lo comprendan y pocos alguna vez lo entiendan, celebro la vida sin discriminación en cada ocasión que tengo—tanto un amanecer como un atardecer, un brillante Sol al igual que un gran chaparrón. Pero pocos, o a decir verdad, casi nadie, entiende cómo se puede celebrar en silencio y de seguro piensan que la descalificación de la alharaca y alboroto fuera señal de algún desorden o desbalance psicológico.

A la postre es lógico que así piensen muchos pues una celebración es una expresión que, desde tiempos inmemoriales, ha sido concebida como una ocasión de aceptación y una demostración de satisfacción que solo puede concebirse vía su abierta proclamación y, cualquier otra interpretación, lo único que haría es restarle validación al propio acto de celebración. Difiero. Y, celebro además, en silencio, la vida, la naturaleza, el amor y todas las demás bendiciones que Santa Claus y ni siquiera los Tres Reyes Magos son capaces de repartir en estos días de celebración.