RISSIG LICHA
Posted: 03 Jan 2014 06:12 AM PST MIAMI—El Gordo vino y se fue. El 2013 también. El 2014 llegó. Hércules azota a Nueva York. Los Reyes Magos están por llegar. Las cuentas de las tarjetas de crédito se acercan. Mas el Hermano Mayor no da asomo de que, por fin, se va y nos deje disfrutar, a solas, de nuestra privacidad. No, de hecho, cada día está más presente en nuestras vidas. Escucha nuestras conversaciones, lee nuestros correos, sigue nuestra ruta, sabe qué compramos, dónde lo compramos y, hasta cuánto pagamos por ello, qué comimos y cuánto dejamos de propina también. En definitiva, no nos quita ni pies ni pisada—ya sea ésta real o virtual. El Hermano Mayor vive. Sí vive con nosotros y, como un pariente imprudente de visita sin límites, no parece tener motivación alguna para dejarnos en paz. Si ya alcanzaste la mal denominada tercera edad, te asedia con la propaganda de Geritol, AARP, Metamucil y las bondades de una hipoteca reversible. ¿Recibes una oferta de Neiman Marcus en tu correo personal? Y, para tu sorpresa, al entrar a tu página en Facebook lo primero que avistas es una foto del calzado de Salvatore Ferragamo que te ofrecían en tu propio correo. ¿Coincidencia? No, creo, no. La entrega de nuestra privacidad a cambio de estar conectados en la Red y tener acceso a las diferentes redes sociales, ha posibilitado que el Hermano Mayor sea todopoderoso y omnipresente en nuestras vidas. Por ello, este año me he limitado en mi carta digital, que de seguro el Hermano Mayor ha de leer antes de que le llegue a la troika oriental—Gaspar, Melchor y Baltazar—a un solo pedido que hoy comparto a todos mis amigos y conocidos para que estén tan bien informados como también lo está el Hermano Mayor desde que me sigue en Twitter, LinkedIn, Google+ y Facebook también. “Querido trío, En esta, la parte final de su recorrido, cuídense mucho de las gélidas ventiscas de Hércules y de usar sus tarjetas de crédito para pagar por cualquier antojo de último momento en Target pues la tormenta les puede congelar hasta el tuétano y, la tienda, su crédito. Este año, como siempre, me he portado bien. He hecho mis tareas. Me cepillo los dientes y el pelo. Y, además, me acuesto a una hora apropiada, como podrán comprobar a su arribo a mi casa. No os pido mucho este año. No quiero videojuegos. Ni bates, ni bolas, ni otra pistola. No, solo quiero pediros que se lleven al Hermano Mayor a Oriente y si allá no le quieren dejadle con Snowden en Moscú o quizás con Assange en la embajada de Ecuador en Londres. Pero, por favor, llevadle. ¿Por qué? La respuesta es sencilla. Este tío se cree Rey, sobre todo en la Red. Además, ya me tiene hasta las narices pues, precisamente, tiene sus narices metidas en mi vida y no me deja ni espacio para respirar sin que sepa, de antemano, cuánto oxígeno estoy inhalando, procesando y exhalando. Me asfixia, sofoca y provoca. Mete la mano en todo. Por eso, solo os pido que se lo lleven ya y os prometo que el año que viene, además de la yerba de los camellos, les he de dejar un poco de pasto de Colorado o, quien sabe, si de Montevideo también. ¿Vale? ¡Felicidades en su día”! |