Rissig Licha

Posted: 29 Mar 2014 09:47 AM PDT

MIAMI—La Red abre la posibilidad de que más gente cada día esté en el medio y que, en virtud de ese accionar digital, actúen cuan si fueran medios, así compitiendo por la atención de los lectores del ciberespacio. Unos tienen un blog. Algunos expresan su pensar por Twitter. Muchos vía Facebook. Otros prefieren hacerlo por Google+. Y, aquéllos que tienden a ser más narcisistas le suman un “selfie”. Cada cual es su propio medio y busca diferenciarse del otro—unos para llamar la atención, muchos como terapia de desahogo, otros para ganar reconocimiento y respeto profesional o académico y, algunos hasta para hacer dinero. Mientras tanto, los medios tradicionales, que han migrado despavoridos a la Red en un desesperado intento por salvarse del tsunami de la indiferencia del mundo leyente que le amenaza, van a contramano y sin una idea clara de cuál, en definitiva, ha de ser su razón de ser existencial.

Medios de larga data y algunos de menor relato, por igual, cada día se diferencian menos y todo parece indicar que, irremediablemente, llevan una hoja de ruta que les señala una sola vía, la misma que atraviesa de forma transversal la fusión noticiosa y que solo desemboca en la calle sin salida de una homogeneidad editorial o de un genérico café para todos periodístico que ha probado ser poco seductor para las nuevas generaciones de un universo de lectores que navega los mares en medio de la confusión informativa que aqueja a las grandes casas editoriales. En ese trayecto entre la diversidad y la uniformidad la distancia entre éstas se acorta cada día más.

Y, es que el periodismo, como muchas otras nobles vocaciones, está perdiendo su raíz creativa artesanal por una plataforma productiva industrial. Esta tendencia es responsable por un nuevo proceso de gestión reporteril de recién cuño que integra a la robótica al ejercicio reporteril y que ya abarca desde eventos catastróficos como un seísmo hasta la cobertura de eventos deportivos.

Esa transformación está dando pie a la creación de una nueva disciplina, el algoperiodismo. [Advertencia: No busque esta palabra en el diccionario de la Real Academia Española. Es una palabra original del autor cuyo significado es: Algoperiodismo. m. Captación y tratamiento, escrito de la información en cualquiera de sus formas y variedades mediante el uso de un programa en el que se emplean algoritmos para desarrollar artículos sin intervención humana alguna.]

El algoperiodismo ya tiene suma credenciales. Por ejemplo, dio autoría al artículo que el diario Los Angeles Times emitiera en días pasado a pocos instantes de que temblara la tierra en el estado más populoso de los Estados Unidos de América. El escueto despacho daba cuenta que se había producido un seísmo de magnitud 4.7 en la escala Richter en las cercanías del poblado de Westwood en California. Quakebot el programa que el diario desarrolló, según destaca Slate, hace un par de años, atento a las instrucciones de redacción que le fueran programadas, replicó la data del Servicio Geológico de los Estados Unidos en un artículo, que le permitió al diario californiano ser el primero en diseminar la noticia bajo la firma de su autor: “Este artículo fue escrito por un algoritmo”.

Ello le permitió cumplir, sin la presencia humana y mediante el empleo de un roboperiodista, [Advertencia: No busque esta palabra en el diccionario de la Real Academia Española. Es una palabra original del autor cuyo significado es: Roboperiodista. m. com. Androide dedicado en un periódico o en un medio audiovisual a tareas literarias o gráficas de información.] a Los Angeles Times con uno de los mandamientos que rigen el comportamiento de muchos en la Red: ser primero, dar el primer toque de atención.

¿Es éste el fin del periodismo como lo hemos conocido hasta ahora? ¿Están contados los días de los periodistas? ¿Es el algoperiodismo un presagio de cuál ha de ser el futuro de los medios? ¿Pueden convivir los roboperiodistas con los periodistas? La respuesta a todas estas preguntas es la misma: sí. Mas cabe que nos preguntemos una interrogante que va más allá de ponderar si el ingenio humano y la elucubración autómata pueden convivir o no: ¿Mejora ello el periodismo? Quizás. ¿Atraerá esta nueva modalidad de emprendimiento a los millones de lectores que le han dado la espalda al producto periodístico? Está por verse.

Si un despacho inicial que da cuenta de un evento libera al periodista para ir a la caza de las razones que obraron para dar pie al evento o qué consecuencias ha tenido éste en la sociedad, es decir, a contextualizar la información en términos de por qué le debe importar al lector, entonces estaríamos ante una verdadera reforma de un periodismo que, de una fecha para acá, ha perdido su rumbo y socavado su relevancia. Si, por el contrario, el empresariado periodístico, cada día más gestionado por aquellos que cuentan números que los que saben contar cuentos, determina que esta es una gran forma de seguir recortando gastos. ¡Ciao!

En esta valoración, sin embargo, hay que tomar en cuenta otros factores como por ejemplo, si en su defecto, el paladar del lector cotidiano, sometido a una dieta editorial en la que han primado las obviedades, necedades e inconsecuencias de un periodismo kitsch, ya no sabe distinguir—como aquel que se crío con comida chatarra y no tiene un marco de referencia para la cocina de autor—entre el periodismo de autor y el periodismo del autómata. Si así resultara ser, solo podría el algoperiodismo ser valedero de recibir el reconocimiento por reformar el periodismo estrictamente hablando de la forma en que se cubren las noticias puesto que todo lo demás sería prueba fehaciente de una contrarreforma que acabará con deformar aún más al periodismo.

Por desgracias hay indicios de que estamos a punto de haber llegado a ese punto. La publicación Journalism Practice según resalta Daily Dot da fe de un estudio que llevaron a cabo dos profesores de la Universidad de Oxford en el que, si bien participó un pequeño número de encuestados, sus resultados poco abonan a pensar de que hay visos de brotes verdes en el futuro del periodismo. Los investigadores sometieron a la evaluación de los participantes en el estudio dos artículos sobre un partido de fútbol—versión norteamericana. El primero, lo produjo un algoperiodista programado por Automated Insights. El segundo, un redactor del Los Angeles Times.

Christer Clerwall, el profesor que condujo el estudio, concluyó, según la publicación, que: “el contenido generado por el programa fue percibido como descriptivo, aburrido y objetivo, pero no necesariamente discernible del contenido escrito por el periodista”. Además, el investigador señaló que ‟ Quizás el resultado más interesante del estudio es que no se notaron diferencias significativas en cómo los dos textos fueron percibidos por los encuestados”. Esa falta de diferenciación es un indicio nefasto pues, o el texto del algoperiodista es mejor o igual que el del periodista o el de éste último es una lágrima, en cuyo caso, se empieza a confirmar que no hay gran capacidad para degustar, diferenciar y valorar, quizás por la falta de costumbre y aculturación de las nuevas generaciones de lectores, entre un periodismo industrial y otro artesanal.

Si bien es prematuro para hacer una sentencia definitiva sobre el periodismo, el contexto y el tiempo jugarán, indudablemente, un papel esencial en la formación de una valoración—poco importa si es pensada, callada o expresada—sobre éste fenómeno. Las primeras reacciones que emanan en el corto plazo de seguro que han de traducirse en una percepción coyuntural y, a más largo plazo, se irá formulando un juicio más historial que, más veces que una, suele ser distinto al original, mas lo que no ha de variar en términos contextuales es que estamos ante un gran debate existencial entre tres consideraciones fundamentales: aquello que he bautizado como el algoperiodismo, el por qué hago periodismo y cuál ha de ser el espacio que ha de ocupar el periodismo cara al futuro en su trayecto por la fusión, la confusión y la definición de un nuevo periodismo que ha de encontrarse en cómo las casas editoriales responden cara a lo que ofrece el algoperiodismo y definen: ¿por qué hago periodismo?